martes, 18 de agosto de 2009

Vacío.

Se despierta y nada lo impulsa a respirar. Es una de esas ocasiones que se están repitiendo, teme poder olvidar. Aprieta los ojos con una fuerza extraordinaria, pero no duele, se deja llevar. Despierta vacío.
La secuencia se repite, es constante. Despierta, cierra los ojos, y aún con el deseo inmenso de parar toda clase de tiempo y espacio, debe continuar. Se siente vacío.
Comienza así cada día, con la esperanza de alcanzar aquello que ve tan lejos de él. Calzarse las medias, ponerse el pantalón y salir le resulta tan agotador como vivir. Comienza vacío.
La interacción con los demás lo regresan a un extraño tipo de realidad. Aún de esta manera, aprieta sus ojos de vuelta, porque prefiere volver a empezar. Y así pasan las horas. Grises manchas ante su mirada, y puede sentir cada segundo escurriéndose de sus manos, el tiempo se le va. Siente el vacío.
Cuando termina el día se pone a pensar. En una de aquellas quiso imaginar, se esmeró en ponerle sentido a lo vivido, lástima, estaba vacío.

1 comentario:

Hermes dijo...

y, entonces: ¿aún vacíos, seguimos siendo el resultado de lo que la vida nos enseña?